¿Alguna vez te encuentras yendo a la nevera a buscar comida sabiendo que no tienes hambre? Quiero que sepas que ¡NO ESTÁS SOL@!
Much@s de nosotr@s hemos experimentado momentos en los que comemos no por necesidad física, sino por razones emocionales. Este fenómeno, conocido como alimentación emocional, es más común de lo que pensamos y puede tener un impacto significativo en nuestra salud y bienestar.
La alimentación emocional a menudo surge como una respuesta a la ansiedad. En momentos de estrés o preocupación, nuestro cuerpo busca consuelo y una de las maneras más rápidas de encontrarlo es a través de la comida. Los alimentos que solemos elegir en estos momentos, como chocolates, galletas y snacks salados, tienen la capacidad de proporcionar una sensación temporal de alivio y placer, pero este alivio es efímero y no resuelve la raíz de nuestra ansiedad.
El aburrimiento es otro gran desencadenante de la alimentación emocional. Cuando no tenemos nada que hacer o sentimos que nuestras vidas carecen de emoción y propósito, es fácil recurrir a la comida como una forma de llenar ese vacío. Este tipo de alimentación puede llevarnos a consumir en exceso, especialmente alimentos ricos en grasas y azúcares, que son los que nuestro cerebro asocia con gratificación inmediata.
Es crucial distinguir entre el hambre emocional y los trastornos alimentarios. Como profesional cualificada para tratar trastornos alimentarios, quiero destacar que hay una línea muy fina entre comer con ansiedad y un trastorno alimentario. Mientras que el hambre emocional se refiere a comer en respuesta a las emociones, los trastornos alimentarios, como la anorexia, la bulimia o el trastorno por atracón, son condiciones médicas serias que requieren atención profesional. Estos trastornos están caracterizados por patrones de alimentación extremos y una preocupación excesiva por el peso y la imagen corporal, y pueden tener consecuencias graves para la salud física y mental. Si has sufrido alguna vez de un trastorno alimentario, te habrás dado cuenta que el comportamiento dañino puede aparecer en momentos determinados de la vida gracias a “triggers” o “gatillos” concretos. Puede ser que sea el inicio de una racha complicada en tu vida que se puede superar si encuentras el apoyo interno o externo necesario.
Estos patrones de comportamiento (sea comer por emociones, sea dejarse llevar por un trastorno alimentario) no solo afectan nuestro cuerpo, sino también nuestra mente. Después de un episodio de alimentación emocional, es común experimentar sentimientos de culpa y vergüenza. Nos culpamos por no haber tenido el autocontrol necesario y esto puede iniciar un ciclo negativo de autocrítica y más ansiedad, perpetuando el problema.
Es crucial entender que la alimentación emocional es un mecanismo de afrontamiento común y que no estamos sol@s en esta lucha. Al compartir nuestras experiencias y sentimientos con otras personas en un entorno de apoyo, podemos encontrar formas más saludables de gestionar nuestras emociones. Si sientes que soy alguien con quien quieres trabajar este tema, te ofreceré un espacio totalmente libre de juicio donde abrirte y permitirte ser ayudad@.
Por otro lado, estoy constantemente organizando encuentros grupales para compartir experiencias y seguir creciendo en tribu. Si quieres, saber más contáctame y te iré informando.
¡Aprovecha el momento!