Hay más personas vegetarianas en el mundo que personas que consumen animales. Eso sí, en el mundo industrializado esta proporción está invertida hasta tal punto que, para abastecer a la población con carne, pescado, huevos y lácteos suficientes se han creado las CAFO (de las siglas en inglés Concentrated Animal Feeding Operations). Se trata de ganadería intensiva de la cual obtenemos la mayor parte de los alimentos de origen animal que se consumen en los países industrializados. Si todos supiéramos y viéramos con nuestros propios ojos lo que pasa en estos lugares ¿crees que podríamos apoyar tal trato? Como tecnóloga de alimentos, he visto de todo pero, ya desde antes, había dejado de comer animales.

Como nutricionista, sí que recomiendo en casos concretos, el consumo de alimentos de origen animal para que estas personas puedan tener una salud óptima. No creo que el vegetarianismo ni el veganismo sea para todos. Reconozco que el consumo de productos animales puede ser necesario para algun@s. Yo misma tuve que depender de los caldos de huesos durante 6 meses de mi vida mientras transitaba un problema grave digestivo sin diagnosticar y estoy segura que ¡me salvaron la vida!

En cuanto al consumo de animales y productos de origen animal, creo que hay dos temas básicos:

Primero, la calidad de lo que estás comiendo es clave. Los animales no son pequeñas fábricas destinadas a producir para nosotros. Estamos hablando de seres vivos y merecen ser criados en entornos lo más cómodos posibles y con todas sus necesidades cubiertas. Irónicamente la carne, huevos o lácteos que proceden de un trato idóneo será de más calidad que de la ganadería industrial o intensiva. Antes de elegir un alimento de origen animal, mi consejo sería de investigar sobre la vida que tuvo ese animal en cuestión.

Luego, te animaría a preguntarte ¿desde qué lugar realizas el consumo? ¿Tomas conciencia sobre el esfuerzo que tuvo que poner ese animal para brindarte con ese huevo o ese queso? ¿Agradeces al Universo la vida o las vidas que se cedieron detrás de lo que comes? ¿Valoras todo lo que te aportará ese alimento aunque sea simplemente su sabor y placer además de los beneficios nutricionales? Esto va mucho más allá de la nutrición química que nos aportan pero sí que nos coloca en una posición de humildad ante el resto de los seres con los que compartimos planeta y el ecosistema que nos rodea.

Cuando se estudian a las poblaciones del mundo y se valoran las dietas, se ve una correlación entre mayor consumo de alimentos de origen vegetal y más salud y longevidad. Como todo estos estudios demográficos, hay muchos factores influyentes y cuesta decretar teorías firmes pero, cierto es que muchos de nosotros nos beneficiaríamos al reducir el consumo de alimentos de origen animal y aumentar el consumo de proteína vegetal y vegetales en general.

Eso sí, la decisión de dejar de consumir alimentos de origen animal por completo se puede basar en una o ambas de estas dos razones:

Ética – no querer participar y desear frenar el sufrimiento animal

Personal – por razones de salud personal ya que simplemente, no te sienta bien comer animales.

Sea como sea, no se trata de únicamente eliminar los animales de tu dieta y, por el resto, seguir igual. Hay que realizar unas adapataciones del resto de la dieta y permitirte asesorar de forma personalizada para evitar carencias. Los tres errores más típicos que observo en consulta son:

Llevar una dieta deficiente en algún/os aminoácido/s esencial/es.
Incluir un exceso de carbohidratos y/ harinas refinadas para rellenar “el hueco” de la proteína animal.
Olvidar de equilibrar con algunos minerales y vitaminas que tienen menos protagonismo en el reino animal como pueden ser la B12, el omega 3 o el cinc.

En cualquier persona, alguno de estos errores puede tener consecuencias nefastas en la salud pero más aún cuando estamos hablando de fases vitales como embarazo, lactancia, bebés o niños. En caso de duda ¡Estoy aquí para ayudarte!