Hemos escuchado de forma repetida que la población general debe reducir su consumo en sal. Para entender mejor de dónde vienen estas recomendaciones, primero, quisiera definir qué se entiende por “sal”, según esta “población general”. Por desgracia, cuando extendemos la mano para salar la comida en la mayoría de los hogares y establecimientos, se nos entrega lo que se llama “sal de mesa“, cuya composición es la siguiente:
– 97,5% cloruro sódico
– 2,5% sustancias químicas anti-ampelmazantes, anti-agregantes como hidróxido de alumunio y, a veces, iodo y flúor.
Ingerimos más sodio de lo que necesita el cuerpo, pero nuestro cuerpo añora el sabor salado de las comidas por lo que sentimos que prescindir de sal es un sacrificio terrible. El problema reside en el exceso de sodio ya que sobre-carga los riñones pudiendo provocar un acúmulo de líquidos en el cuerpo, problemas de tensión arterial, celulitis, inflamación, dolores crónicos, toxicidad corporal, formación de piedras en los riñones y en la vesícula biliar, desequilibrio de otros minerales y todas sus consecuencias resultantes.
Con respecto a esto, lanzo una pregunta ¿qué pasaría si pudiésemos consumir sal sin que nos arriesgase un exceso de sodio? El mundo del marketing ha captado esta necesidad y ya se ha lanzado una SAL BAJA EN SODIO!! En realidad, es cloruro potásico en vez de ser cloruro sódico. Más de lo mismo. El exceso de potasio también es perjudicial y se suele acabar añadiendo más cantidad a la comida, ya que no se nota tanto el sabor salado.
Me parece cómico observar cómo hemos detectado una deficiencia de minerales en nuestra dieta y la hemos suplido “enriqueciendo” esta sal de mesa con iodo y con flúor. ¿Nos hemos vuelto locos? Vamos a rebobinar un momento (ya sé que la palabra “rebobinar” no tiene mucho sentido en nuestra era digital pero si ya tienes una edad, sabes de lo que hablo ;-)) y vamos a ver de dónde viene la sal. Viviendo donde vivimos, lo más ecológico sería consumir sal marina. Desde siempre, se ha dejado evaporar el agua de mar para poder recuperar estos cristales de sabor tan preciado y tan rico en minerales. Son los mismos minerales que corren por nuestras venas ya que, evolutivamente, venimos del mar. Esto solo es así si consumimos sal marina sin refinar. Esta sal acaba con un final triste cuando la Industria Alimentaria la refina, dejándola en cloruro sódico y los aditivos anteriormente mencionados. Se usa calor extremo y agentes blanqueantes que acaban destruyendo los minerales esenciales que allí se encontraban en un inicio.
¿Se entiende ahora porqué nuestro cuerpo añora el sabor salado? ¡Lo que está es deficiente en minerales traza esenciales! Nos pide sal con la esperanza de que le demos lo que le falta y lo único que recibe es sodio y cloro. Por esta razón, nos pide cada vez mayor dosis de sal. Al usar sal sin refinar, con menos cantidad, veremos que nos sentimos más satisfechas.
Eso sí,l tema no es tan “blanco y negro”. Hay unos inconvenientes a la hora de consumir sal marina sin refinar. El más grave viene por estado tóxico de nuestros lagos y nuestras mares. Se han visto restos de dioxinas, metales pesados y plásticos tóxicos en estas sales. Tampoco queda claro que el estado cristalino de esta sal sea el más idóneo (dependiendo del grado de procesado de cada fabricante) para que nuestro cuerpo se pueda aprovechar de estos minerales traza esenciales.
Otra opción menos ecológica (por su procedencia) pero muy saludable sería consumir sal rosa del Himalaya. Recibe su nombre por el color que coge de los óxidos de hierro y otros minerales traza que contienen (minerales esenciales para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo). Por ser una sal mínimamente procesada, tiene un estado cristalino perfecto lo cual permite una buena absorción de estos minerales con mínima pérdida de energía y agua en el proceso. La sal rosa no tiene necesariamente que venir de las Himalayas. Hay de muy buena calidad que viene de Hawai, Polonia, Australia, Perú y Utah (USA), también.
Esta sal contiene:
– 85% cloruro sódico
– 15% minerales traza esenciales para nosotros.
Es, además, buen fuente de magnesio que puede ayudar a controlar la hipertensión arterial, contracciones musculares, densidad ósea, niveles de energía, equilibrio hormonal, niveles de azúcar en sangre, procesos de desintoxicación…
Espero haberte podido aclarar este tema que a mi parece TAN importante debido al hecho que se trata de un ingrediente básico en nuestra cocina.