Despertar de nuevo tu paladar:
Me encuentro muy a menudo con la frase de “La comida sana no sabe a nada” y siento la necesidad de explicar qué es lo que realmente pasa. En este mundo tan industrializado, si nos despistamos, nos acostumbramos a comer comida empaquetada y pre-cocinada. La industria alimentaria se encarga de presentarnos con platos de comestibles (no comida, no alimentos, sino que “comestibles”) de colores vivos, textura apetitosa, olores potentes y saboresintensos. Si quieres sacar el tiempo de leer los ingredientes, encontrarás una serie de sustancias químicas que se encargan de darle estas cualidades a este plato. Si está hecho a base de alimentos de la peor calidad, almacenados, transportados, congelados, disecados y rehidratados, cocidos, enfriados…¡y quién sabe qué más!, depende de estos aditivos alimentarios para gustar a la población. Esto trastoca mucho nuestro paladar.
Cuando decides empezar a comer más sano, el primer paso es acostumbrarte al sabor real de los alimentos. Si compramos producto local, de estación y ecológica recordaremos sus propiedades naturales. No se trata de la explosión de sabor que provocan los potenciadores de sabor ni el brillo de color que dan las ceras encima de las frutas o verduras, por ejemplo, pero sí losutil de lo natural. Se trata de valorar el dulzor natural de una calabaza, la imperfección en la forma y color de una pera ecológica o el cruje natural de una almendra cruda.
Poco a poco se reeduca el paladar y uno va aprendiendo a encontrar puntos de cocción al gusto y aliñar con sustancias increíblemente nutritivas que dan un sabor exquisito:
– aceite de coco para dar cremosidad y sabor exótico a las cremas de verduras dulces
– espolvorear semillas trituradas con alga Nori encima de cualquier plato como un “queso parmesano”
– miso blanco en ese guacamole para dar dulzor, salado, ácido y cremosidad además de probióticos vivos
– vinagre de umeboshi para dar sabor salado/ácido a verduras al vapor
– tahine con aceite de cáñamo mezclados juntos para crear un aliño inolvidablemente gustoso
– hierbas aromáticas para recordar los platos de la abuela – eneldo, orégano, romero…
– especias como pimentón, cúrcuma, clavo, pimienta…para despertar el interés en lo potente
– tostar semillas como calabaza o girasol o añadir unas nueces o almendras picadas al plato para disfrutar del cambio de texturas con lo crujiente.
Espero haberos inspirado y convencido que lo que más nos satisface son las propiedades innatas en una buena materia prima ¡nada que ver con una sustancia química creada en un laboratorio!