Quienes me conocéis, sabéis que no me caso con ningún estilo de nutrición concreto. Intento no dogmatizar que una dieta sea mejor que otra. Procuro mantener una mente abierta a todas las filosofías alimentarias que se han demostrado útiles en algún momento. Eso sí, recuerdo como si fuera ayer cómo me enamoró la cocina macrobiótica. Durante varios años me obsesioné con mi olla presión, con el nikuté y con las horas previas de remojo. En ese mundo, realmente parece que cuanto más tiempo se tarda en la cocina ¡más saludable es el plato!
Estas teorías, refuerzan que todo lo que se clasifica como Fast Food, es malísimo para la salud. Se podría definir la comida rápida como sustancias comestibles…
- a base de materia prima de muy baja calidad y valor nutritivo.
- sazonado con saborizantes artificales y, a veces, con grandes cantidades de colorantes, para hacerlas más apetecibles visualmente y a nivel gustativo.
- suelen ser empaquetadas y procesadas de una forma que perduran mucho tiempo sin estropearse antes de su consumo – congelado, deshidratado, precocinado, frito…
- que se puedan consumir o al inmediato (solo abriendo un paquete) o con una preparación mínima (al microondas, frito, en pocos minutos de cocción…)
- o que se pueden comprar en un establecimiento de fast-food sin apenas tener que esperar.
- los dulces suelen llevar más de la mitad de su composición en forma de azúcares de varios tipos y con colores muy vivos
- contienen grasas de dudosa calidad en búsqueda de una buena palatabilidad pero que no se rancian – fritos comerciales, con grasas trans o aceites muy refinados…
Se ha comprobado científicamente que la comida rápida consumida en unas proporciones excesivas en la dieta y durante tiempos prolongados puede llevar a la mayoría de las patologías crónicas del siglo XXI. Esta sociedad predominantemente con sobrepeso pero, al mismo tiempo, desnutrida ha sido creada gracias a la existencia de estos alimentos.
Si tenemos en cuenta esta definición de fast-food y vemos las consecuencias que ha tenido en los seres humanos, se puede entender que se etiqueten como “diabólicas”. Dicho esto, creo mucho en la flexibilidad alimentaria. Comemos por muchas razones más que solo nutrición y veo el sufrimiento que conlleva intentar llevar una dieta saludable el 100% del tiempo.
¿Crees que si esporádicamente caes en la tentación de comer una comida llena de calorías vacías, aditivos alimentarios, grasas trans y azúcares toda tu salud se resentirá irreversiblemente? Estoy preparando un taller presencial para una empresa sobre este tema ¡y te puedo asegurar que no es así! Quiero compartir unas ideas claves que te impiden volverte obsesivo/a por la nutrición saludable:
- Puedes preparar platos muy nutritivos y perfectamente equilibrados en 20 minutos – la clave está en batchcooking (cocinar de más los ingredientes que más tardan en hacerse) y en no abusar de la cocina rápida en todas tus comidas.
- Puedes disfrutar de vez en cuándo de comida rápida sin estropear por completo tu salud – lo divertido es que, cuanto más saludable comes ¡menos te apetece hacerlo!
- Puedes incluirte en comidas sociales, disfrutando de la buena compañía, el acontecimiento que se celebra y de ese pastel de cumpleaños, el brownie de chocolate con helado o los turrones después de una comida copiosa, mientras no sea así cada día.
- La mejor dieta del mundo es la que permite una cierta flexibilidad – es la que te encaja tan bien que cuando te sales de ella, no tiene repercusiones en tu salud. Te proporciona tanta nutrición que te confiere la resiliencia suficiente para no sufrir los excesos esporádicos.
- ¡Diviértete en la cocina con recetas rápidas y saludables como… crepes de avena y plátano cubiertos de miel cruda para el desayuno del domingo, galletas sin azúcar con solo 4 ingredientes, hamburguesas integrales con rellenos de aguacate, verduras a lonchas, fermentados y proteína vegetal, dips nutritivos caseros para tus nachos ecológicos y mócteles de zumos naturales con verduras..!