Sí, ésa era yo. Recuerdo durante los primeros años de trabajo de freelance como nutricionista repetir esta frase “No, yo no hago pérdida de peso.” Me negaba hacer pasarlo tan mal a mis clientes.
- ¿Pasar hambre constante?
- ¿Sufrir bajadas de energía?
- ¿Contar calorías?
- ¿Pesar la comida?
- ¿Montar platos insípidos y comer lo mismo cada semana?
- ¿Ir tachando los días en el calendario con la esperanza de sobrevivir el proceso para luego “volver a comer normal”?
Nada de esto me resonaba. Había escuchado las historias del “efecto yo-yo”. Sabía en mis entrañas que tenía que haber una manera mejor. Y luego tuve el lujo de ir escuchando historias vitales en consulta de personas con sobrepeso y fui observando que muy pocas personas empiezan a ganar peso por comer más calorías. Observaba que estos momentos de ganancia de peso podían coincidir:
- con el comienzo de otra patología
- con una racha de mucho estrés
- con indigestiones, empeoramiento de síntomas digestivos o una intoxicación alimentaria
- con la toma de medicamentos como ansiolíticos, anti-depresivos o antibióticos, por ejemplo.
- con un embarazo seguido o no de una lactancia
- con una cirugía
- con el climaterio o menopausia
- con una mudanza a tierras lejanas…
Esto me confirmó la teoría, no se trata de poner a todas estas personas con sobrepeso en el mismo tratamiento de comer menos calorías de lo que necesita el cuerpo para poder perder ese peso ¡si la razón de ganancia difiere entre ellas! Como todo lo que se hace en el mundo de la nutrición…¡hay que personalizar!
Y, luego, tuve el lujo de descubrir la nutrición energética y macrobiótica y entender que hay alimentos que calientan y que activan. Después aprendí sobre el mundo de las toxinas en la que estamos nadando y cómo nuestros órganos detox no pueden encargarse de todas ellas almacenándolas rodeadas de grasa y de agua para así proteger a nuestras células de ellas. Una vez que había indagado de lleno en la información sobre nuestra microbiota y cómo influencia sobre nuestro metabolismo, procesos detox, equilibrio hormonal etc pude ver su relación con el peso corporal. Cuando me formé más en las hormonas sexuales, de estrés, circadianas y metabólicas quedó clarísimo que tienen mucho que ver con el quemar o almacenar grasa corporal. Más tarde, entendí el concepto de “flux” o flujo y la adaptación que hace nuestro cuerpo a una restricción calórica bajando la temperatura corporal, reduciendo los niveles de energía y despertando el hambre ¡todo esto siendo un mecanismo a través de la cual hemos sobrevivido hambrunas miles a lo largo de la historia de la Humanidad! ¿No crees que tu cuerpo sabe cómo adaptarse durante 2 semanas a una dieta de pollo a la plancha y ensalada?
Te invito a hacer un ejercicio mental: Imagina el mundo en el cual vivíamos como mujeres y hombres hace miles de años. Había lo que había para comer y nada más. No había neveras, ni congeladores, ni comida empaquetada ni hipermercados en cada esquina. Nuestro cuerpo se adaptaba a momentos de abundancia (las moras salen en los arbustos, cazo un animal, tuvimos una buena cosecha de boniatos….) en los cuales comíamos a lo mejor más calorías de las que necesitábamos guardando glucógeno en hígado y una cantidad ilimitada de grasa repartida en el cuerpo. En cambio, en momentos de escasez, el cuerpo entra en “modo ahorro” reduciendo el metabolismo, la temperatura corporal y despertando el hambre. Gracias a la capacidad de quemar las reservas de grasa y glucógeno en el cuerpo, podíamos seguir siendo funcionales mientras buscábamos comida, recogíamos agua limpia, nos defendíamos de los peligros etc.
Ahora, traslada todos estos mecanismos maravillosos que nos han permitido sobrevivir como especia, al mundo actual. Tenemos una abundancia exagerada de comida deficiente en nutrientes pero con exceso de sabor y palatabilidad. Esto nos invita a, gracias a nuestros mecanismo de sobrevivencia descritas anteriormente, comer más de lo que necesitamos (en algunos casos, se llega a comer todo lo que se puede!!) y ahorrar lo que sobra en forma de grasa en el cuerpo.
Creo que, de entrada, tenemos que perdonar a nuestros cuerpos por este resultado tan poco saludable y estético. Está haciendo lo que siempre ha hecho pero en un entorno que ha girado 180º. ¿Y después qué? Se trata de “haquear” el sistema. De entender si lo que te pasa es una intoxicación por disruptores endocrinos, metales pesado u otras sustancias, o si tienes un cambio hormonal, o si estás bajo un estado de inflamación o estrés crónica o si sufres de una disbiosis…y, en base a eso, vamos a aplicar un tratamiento y asumir los cambios de hábitos que necesita tu cuerpo para vivir lo más sano posible en este mundo tan obesogénico.
¡Es posible! No pierdas la esperanza!